viernes, 28 de mayo de 2010

Días...

Es estupendo escuchar una canción en una lengua desconocida, me parece un acto tan ingenuo e ignorante como satisfactorio permitirse la libertad necesaria para interpretar aquello que escuchas como quieres o simplemente darte el lujo de no interpretar por una vez cada una de las pequeñas dosis de información que se te están enviando, evitando así poner en funcionamiento todo ese mundo de mecanismos simbólicos para el que formalmente nos ha ido preparando nuestro entorno. Quizás pueda atreverme a decir que me resulta incluso placentero encontrarme en ese punto.


Hace apenas unas horas me sentía exactamente igual con el vestido que tenía puesto, me lo había hecho cuidadosamente, nadie se imagina hasta qué punto había meditado cada detalle ni cuanto tiempo había podido invertir en él; días, meses, hasta quizás un año contando con el tiempo que me llevaron los bocetos previos, y para todo ello, desde luego, había hecho uso de una desbordante originalidad. Para realizar mi obra maestra me había decantado por un papel celofán rojo. Su brillo, su textura, sus cambios de forma y pequeños ruidos a cada movimiento conseguían captar mi atención y la de todo aquel extraño que conmigo se cruzaba con el suficiente tiempo como para ser partícipe de tan bella e innovadora creación, y como no podía ser de otra manera de mí emanaban sonrisas para el mundo a la vez que percibía como el mundo me sonreía a mí a diario. Llegada la noche, al irme a dormir me observaba cuidadosamente durante unos pocos minutos, preparaba mi toalla junto a una cómoda ropa nocturna y me despojaba levemente de aquel cautivador diseño al que tan apegada había estado durante la jornada, y así transcurrían y se acumulaban las horas de una buena parte de mi vida hasta que ocurrió el más impredecible de los actos...

Había soñado despierta con infinidad de maneras de perder aquel objeto que ya había dejado de reconocer como una prenda para pasar a sentirme prenda de él: caídas, algún fugaz enganche con la manecilla de cualquier puerta, la llegada de alguna mancha “incurable”, algún cómico tirón de algún amigo, o quién sabe si entre tanto, al hacer la colada podría haber llegado a perderlo. Pero no, hoy no había gastado energías en desarrollar hipótesis a destiempo, había estado demasiado ocupada charlando y corriendo tras algún que otro transporte público a la par que analizando de manera espontánea a cada una de las personas que hacía uso del mismo, haciendo conjeturas sobre sus vidas, hilachando sus miradas, rematando sus movimientos, y fue entonces cuando llegó ella. Llegó en forma de un encuentro fortuito con esa vieja conocida de las que por lo general andaba poco dispuesta a compartir algo más que un saludo, subió y se sentó junto a mí en una de tantas paradas para enseguida comenzar a amenizar mi trayecto de una manera más convencional que la que yo venía empleando (y confieso que también más entretenida). Para cuando pude darme cuenta eran 1800 segundos los que habían volado sobre mí y los que se disponían a aterrizar con una rápida despedida llena de esas típicas sonrisas más que sinceras pero no por ello menos que protocolarias, y entonces lo hizo, ya en pie sacó una afilada tijera y plantó un enorme sesgo perfectamente simétrico en mi brillante vestido, desnudándome por completo, congelando en un ínfimo momento mi impoluta realidad y despedazándola en átomos de inseguridad y desesperación para de la manera más natural seguir con la suya.

Y es de esa misma manera como he llegado hasta aquí, a mi escondite más particular, quedándome desnuda y con las manos vacías ante la vida sin ningún tipo de sentimiento de pertenencia que me reconforte, sin cromatismos a los que abrazarme. No tengo traje que me posea ni traje al que poseer y ando vistiéndome de melodías y voces que no sé qué quieren decirme ni a dónde me quieren llevar, pero que aun en el peor de los casos me guardarán del frío y la despiadada tormenta que en los próximos días han de venir, dejando consigo algún vestido... o amenos retales con los que elaborar uno nuevo.

Y es que me siento tan desprotegida…


["Me hago un vestido con tó´lo que he perdido
y ya tiene sentido sonreir,
lleva volantes pa´mentir, para ondularme como el trigo,
y así decir, que desde que te has ido
la bailo igual contigo que sin ti"
00:17 am]

No hay comentarios:

Publicar un comentario