miércoles, 26 de mayo de 2010

Sabiduría en el W.C

Despertó frente a un largo espejo, en él veía tres puertas de madera perfectamente cerradas a las cuales le estaba dando la espalda en ese mismo instante, a su derecha tenía una ventana y un secador de manos y justo enfrente, a sí misma con una mirada penetrante y seca (propia de llevar unas horas leyendo sabe dios que “porquerías”, en cualquier caso no se lo pregunté). En medio de un dulce ataque de narcisismo acompañado del sutil movimiento de dedos que poco a poco intentaba desmadejar aquel enorme cabello parecía relajada. Denotaba expresión de espera, lo cual confirmaría con un rápido giro al escuchar el movimiento de picaporte de una de las puertas, tercera puerta a la izquierda, “estamos de suerte, mi opción favorita” se dijo, dos pasos y de repente casi se estampa con aquella vistosa rubia de pelo rizado y ojos azules (¿o verdes? A quién coñ*** le importará... pensó indignada) a la par que con el horrible hedor que procedía de entre aquellas tres paredes que la chica se disponía a abandonar, y fue justo en ese incómodo momento en el que se percató de que ese rostro le sonaba y no por casualidad, fuese como fuese solo había tiempo para cerrar la puerta y realizar las tareas pertinentes, pero eso sí... acompañada de la tan tremenda sabiduría que sólo se puede encontrar en un baño público (paradójicamente en el de una biblioteca).

A voces se repartían distintas perlas de un caótico collar cuya dueña parecía querer arrojar a la basura, que si matrículas de coches, que si vuelco de riñones, que si decepciones y crisis de celos ante la posible pérdida de una mejor amiga y de aquel amado lleno de insensatez y falto de piedad que el tiempo le estaba ayudando a olvidar... “¡OH DIOS, ESE HOMBRE NO TENÍA CORAZÓN!” (ni ella tantos cleenex como para mantenerse a salvo de aquel drama), nunca dos minutos habían dado para tanto, en un abrir y cerrar de ojos o de puerta en su defecto, nuestra tejedora de cabellos creía haberse trasladado a una cursi y pesimista escena de “Sexo en Nueva York”, ¿pero qué le había hecho al mundo? ¿De verdad era necesario que le brindara sin previo aviso (o una pequeña dosis de anestesia como mínimo) a dos féminas inmersas en el fulgor de la batalla que diversos desamores habían desencadenado? Sólo quería hacer pis y marcharse, no debía ser tan complicado.

Por fin llegó el silencio y con él el momento de salir a lavarse las manos y hacerse una trenza, no habían ganas de elaborar duelos propios ni de seguir lanzando maldiciones a aquella “peligrosa rubia”, quizás tampoco de seguir leyendo, pero fuera como fuese esa triple negación no la libró del temeroso e inquietante bombardeo de una frase que indudablemente suponía el cierre de aquel collar, el cierre de todo collar de estas lustrosas características; "físicamente lo confirmas, porque la mente se puede controlar pero el cuerpo no..."

¿Tantas eran las cosas que le quedaban por confirmar que no podía cesar aquel repetitivo frenesí semántico? Por lo pronto demostró conformarse con deshacer la reciente trenza ladeada que trepaba desde su pecho hasta su nuca y agitar su larga y ondulada melena como si en ello se le fuese la vida, luego regaló una sonrisa a su propio reflejo con la ayuda del interminable espejo que tan entretenido le había resultado a su llegada y decidió dejar fluir sus pensamientos, quizás esa fuese la primera de tantas trenzas, el primero de tantos nudos...

P.D: la vi irse por el mismo pasillo por el que había venido, iba jurando que la próxima vez iría al baño de hombres, recordándose con tono alegre que alguien le había comentado que justo en su baño favorito (el tercero a la izquierda) había una ventana que lo inundaba de luz, “la verdad es que no sonaba nada mal”. Ciertamente parecía estar algo loca.

[Con mi pena tristeza se hace una trenza y después la pasea por cada mirada.]

*De alguna manera esta entrada va dedicada a las dos personas culpables de hacerme reir al mencionar las palabras espejo y frenesí, hace ya bastante que me seducía la idea de introducirlas en un mismo texto, y ¿porqué no? ¡gracias a esas mujeres que visitan el W.C llenándolo de vida a su paso con las más peculiares “batallas” aun si el momento no es el más adecuado!

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